
El pensador de origen belga Armand Mattelart, personalidad clave de la teoría crítica de la comunicación, falleció el viernes en París a los 89 años, con una obra marcada por el análisis de los medios, la cultura de masas y el imperialismo cultural.
Nacido el 8 de enero de 1936 en Lieja, Bélgica, Mattelart estudió Derecho y Demografía antes de radicarse en Francia. Doctor en Derecho por la Universidad de Lovaina, Bélgica, se especializó también en demografía en la Sorbone, en Francia.
En los 60 se trasladó a Chile, donde maduró su pensamiento. Como académico de la Universidad Católica de Valparaíso, colaboró en una diversidad de proyectos. A partir de 1967 comenzó a trabajar para las Naciones Unidas como experto en desarrollo social y se dedicó al estudio de los medios de comunicación de masas. Con tal propósito, constituyó un grupo de investigación con Michèle Mattelart y Mabel Piccini en el Centro de Estudios de la Realidad Nacional (CEREN) de la Universidad Católica de Chile.
Su obra cumbre, “Para Leer al Pato Donald” (Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1971), coescrita con Ariel Dorfman, develó las ideologías en las narrativas de Walt Disney. El trabajo fue fuertemente cuestionado por los conservadores, como los autores del pasquín “Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano”, que imaginaban e imaginan que los comics son neutrales en términos ideológicos. Sus detractores han tenido la virtud de mantener vigente su obra.
Curiosamente, en el apartado “Instrucciones para ser expulsado del Club Disneylandia”, los autores anticipaban las críticas que recibirían dando cuenta de que ciertos argumentos, por repetitivos, se tornan predecibles.
Después de casi medio siglo, en 2017 se editó en los Estados Unidos el libro de Mattelart y Dorfman, siendo lanzado por OR Books. En el diario “Página 12” de Argentina, Dorfman escribió la siguiente evocación: “Agua: diez mil ejemplares de la tercera tirada del libro fueron lanzados por la Armada chilena a la bahía de Valparaíso. Y fuego: unos días después de la asonada militar, encontrándome en la clandestinidad, vi por televisión cómo un grupo de soldados quemaban, en vivo, centenares de libros, entre los cuales se hallaba Para Leer Al Pato Donald. No me sorprendió tal pira inquisitorial”.
Cuatro años después, el prestigioso diario “El País” de España se refirió a la obra. Indicó “que ha trascendido su valor literario (y sociológico) para transformarse en un símbolo. Símbolo de un pensamiento descolonial, de un discurso antimperialista y de una época en la que Latinoamérica buscaba emanciparse”.
Lo indiscutible es que se convirtió en un referente del pensamiento crítico sobre los medios de comunicación, la cultura de masas y la globalización. Ha tenido una cantidad enorme de reediciones y ha sido materia de estudios en las instituciones de educación superior en los Estados Unidos, América Latina y Europa.
Se convirtió en el texto político más impreso en América Latina durante algún tiempo. Fue traducido al inglés, francés, alemán, portugués, holandés, italiano, griego, turco, sueco, finlandés, danés, japonés y coreano y vendió unas 800.000 copias. Hasta el 2001, había sido reimpreso 36 veces por Siglo Veintiuno Editores.

Con el golpe militar de 1973, Mattelart se vio obligado a dejar Chile. Se estableció en Francia, donde consolidó una notable carrera académica, convirtiéndose en profesor emérito de la Universidad de París VIII (Vincennes–Saint–Denis). Desde allí, su influencia se expandió a todos los rincones del mundo, orientando a generaciones de investigadores.
De su paso por Chile, quedó como legado histórico la obra cinematográfica “La Spirale” (Francia, 1976), trabajo catalogado como cine de tesis. Con Jacqueline Meppiel y Valérie Mayoux, Mattelard seleccionó documentos audiovisuales de unas 20 fuentes, tales como archivos de cadenas de televisión estadounidenses, del norte de Europa y latinoamericanas.
Fue autor de obras como “La Comunicación–Mundo”, “Multinacionales de la Comunicación” y “La Invención de la Comunicación” y, junto a Michèle Mattelart, “Historia de las Teorías de la Comunicación”, “Diversidad Cultural y Mundialización” y “Un Mundo Vigilado”. A lo largo de su obra, enfatizó que la comunicación es un terreno de disputa y que aprehender sus mecanismos es esencial para cualquier proyecto social. Sostenía también democratizar la información significaba también democratizar el conjunto de la sociedad.
Sus últimos trabajos fueron “Historia de la Sociedad de la Información” (2002), “Geopolítica de la Cultura” (2002), “Introducción a los Estudios Culturales (2004), “Diversidad Cultural y Mundialización”(2006) y “Un Mundo Vigilado” (2009).
A lo largo de su vida, obtuvo reconocimientos de Doctor Honoris Causa de las Universidades Nacional de Córdoba, De La Habana, Valladolid, Málaga y Autónoma de Nuevo León.
Santiago, 3 de noviembre de 2005.
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