
Una gran parte del mundo intelectual y científico chileno manifestó su compromiso y lealtad con la causa de la república española en los años 30 y su más abierta condena al ingreso del fascismo en tierras del Viejo Continente. Una vez iniciada la llamada “Guerra Civil” española, una de las muestras de solidaridad fue la publicación del libro “Madre España”, publicado en enero de 1937, en el que algunos de los más emblemáticos poetas nacionales reunieron sus creaciones.
La obra se dedicó a Federico García Lorca, “el poeta asesinado en Granada por los fascistas”.
Entre los autores se encuentran Vicente Huidobro, Pablo de Rokha y Pablo Neruda, tres de los más grandes poetas de la historia de Chile.
Junto a ellos, Blanca Luz Brum, Rosamel del Valle, Eduardo Anguita, Julio Barrenechea, Juvencio Valle y Braulio Arenas. También hicieron sus aportes Winnet de Rokha y Claudio de Rokha, esposa e hijo de Pablo.
El trabajo de Pablo de Rokha, “Imprecación a la Bestia Fascista”, es una expresión nítida de su compromiso político y social, en este caso en defensa de la democracia y el socialismo. El poema es un grito de furia y un ataque frontal contra el fascismo; posee un tono iracundo y grandilocuente, propio de su característico lenguaje crudo, potente y desbordante, repleto de imprecaciones y una imaginería que busca la confrontación directa con el propósito de desenmascarar y maldecir a los que, con demagogia, pretenden oprimir al pueblo.

Aunque fue parte de “Madre España”, el poema es tan extenso y significativo que es citado frecuentemente como una publicación independiente dentro de la producción de Pablo de Rokha, al mismo nivel que sus otros libros.
A continuación, reproducimos algunos fragmentos del poema de quien fue Premio Nacional de Literatura en Chile, concedido por unanimidad en 1965.
IMPRECACIÓN A LA BESTIA FASCISTA (FRAGMENTOS)
Contra el pueblo y su ley, echando babas, bufando, echando
sangre y montañas de barro,
mordiendo los estercoleros,
andrajos de caverna, miserables, horteras de convento, bestias negras, fariseos espantosos de la dignidad humana,
sudando, bramando, mostrando la dentadura, ensangrentada
de horrorosos y amarillos puñales,
echáis al gran animal contra el horizonte,
ensuciando al hombre y al siglo y a “dios” con vuestro comercio de alcantarilla (…)
Toda la tierra entera, a heroicas muchedumbres, fragrantes, va escupiéndoos
desde el vértice de ópalos trágicos de España incendiada,
los niños caídos en el degüello, las niñas caídas en el degüello, y los ancianos muertos, las adolescentes violadas y meadas por vosotros, profanándolas,
os maldicen, desde la muerte, os escupen, apuñalándolos con el puñal de las últimas lágrimas,
todos ofendidos y los humillados del tiempo, los campesinos,
los proletarios, desde su faena de acero, y el intelectual a la orilla,
la esposa embarazada, a quien le asesinasteis su león, por la espalda,
los trágico–dramáticos huérfanos, que echan gran página en los cementerios de sus progenitores,
los enamorados pisoteados por los anchos caballos del fascio,
la heroicidad romántica de los antiguos matrimonios castellanos, crucificada por vuestros lacayos, por vuestros espías, por vuestros esbirros capones,
el triste, el empleado, el pobre, el que tenía la palomita de oro, y se la mataron cobardemente,
los paisanos de las aldeas horrorizadas por la sucia lujuria de los degenerados y la hez hedionda del fascismo (…)
Escarnios y escorpiones y andrajos y gusanos y espantos, rodeándoos,
al cinturón de calaveras, pagadas las babosas,
riéndoos, después de haber arrasado los dormitorios y los gallineros del pobrerío,
valientes de sainete, una gran corona de estiércol
ciñe vuestras sienes, bamboleándose sobre las inmensas orejas de asno.
Con negros hocicos escarbasteis la santidad y la humildad de los ingenuos, todo lo sagrado de las aldeas,
y vaciasteis la bacinica de las concubinas en el agua bendita de las creencias,
oh! fariseos, ¡oh! filisteos de la retórica asesina,
oh! lacayos borrachos, sobre el santo, el alto, el magno pueblo infinito,
verdugos del Cid, corchetes de Cervantes, rufianes del Quijote, “podetas” cabrones,
soplones, sicarios,
¡quién os pegara un puntapié en la boca!,
así, entre llamas, entre sangre, entre lodo, entre laureles y huesos sociales,
atragantaros de pólvora, clavaros el puñal en las entrañas,
traidores de Dios, comerciantes de Dios, repletos de brutalidad y escapularios,
bufones sangrientos, peleles sangrientos, ladrones sangrientos,
ladrando contra la cultura y la grandeza del hombre, ebrios y en cuatro patas,
desde el montón de basura fascista;
charlatanes–delincuentes, Herodes de trapo, de sangre, de charco, rellenos de aserrín católico (…)
Reúno mi musculatura, empuño mi vida, asumo mi alma,
frente a vosotros, mal paridas bestias,
mazorqueros, garroteros, maromeros, guaraqueros internacionales,
ratas de sepulcro, chacales del sable, idiotas,
sí, idiotas, idiotas funerarios, perros de las hueseras, cerdos de las hueseras, muertos comiendo muertos (…)
Sois los monstruos babosos y abyectos de la época,
conmemorando el Apocalipsis del imbécil, los bodoques políticos, los zafios capados y amancebados
en mancebía horrorosa con el demonio.
Payasos de sepultura, engendradores de Ia carnicería estúpida y estática del a guerra,
traficantes ambulantes del corazón humano;
carceleros de las ideas, carceleros de la libertad, carceleros de la belleza, matoides;
debajo de vuestra sombra, braman las aguas en envenenadas,
y la bandera enlutada de las víctimas, grita desde su mástil ardiendo,
hacia la amarga flor proletaria,
un llanto enorme y negro, contra sus verdugos.
Cosacos macabros de la demagogia,
hasta las palabras les salen hediondas y envilecidas del hocico,
como el gas de los pantanos,
calumniadores de héroes y de mártires, espías del diablo, envilecidos en la propia bazofia (…)
Todos los hambrientos, todos los enfermos, ahora, en este instante definitivo,
todos los muertos, parados al resplandor de las ametralladoras,
levantan su lamento, esterilizadores de mujeres, de mundo a mundo contra vosotros.
Cara a cara a la Historia, os crucifico:
que aborten, horriblemente, vuestras hijas en los pantanos,
que os estalle hinchada la lengua,
que la maldición proletaria se os enrosque a la garganta ensangrentada, como una gran víbora,
y vuestros descendientes se avergüencen de sus antepasados,
que la tierra, ardiendo, abra la tenaza de sus abismos y os trague, despernancándoos,
como a bestias funestas, escarnio de sabandijas y alimañas.
Santiago, 14 de diciembre de 2025.
Crónica Digital.




