El presidente de China, Xi Jinping, encabezó este miércoles un imponente desfile militar en el corazón de la capital para conmemorar el 80° aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. Misiles hipersónicos, drones submarinos y blindados recorrieron la plaza de Tiananmen, en presencia de líderes internacionales como Vladimir Putin y Kim Jong-un.
La exhibición buscó proyectar la capacidad de combate del Ejército Popular de Liberación (EPL) y reafirmar el objetivo de Xi de igualar el poderío militar de Estados Unidos hacia mediados de siglo, según The Washington Post.
PURGA SIN PRECEDENTES
Pese al despliegue, informes de Bloomberg y The Washington Post advierten que Xi enfrenta turbulencias internas. En dos años, más de dos docenas de altos mandos militares y ejecutivos de la industria de defensa han sido destituidos o desaparecido de la esfera pública en el marco de una amplia campaña anticorrupción.
Se trata de la mayor purga militar desde Mao Zedong. Según Bloomberg, casi una quinta parte de los generales designados por Xi fueron removidos, reduciendo a cuatro el número de miembros de la Comisión Militar Central, el más bajo en la era post-Mao.
Expertos advierten que esta ofensiva responde tanto a la necesidad de garantizar la lealtad política como a la urgencia de modernizar un Ejército que, pese a su expansión, aún presenta debilidades en preparación de combate.
AMBICIÓN SOBRE TAIWAN
Desde 2013, Xi ha impulsado la construcción de la Armada más grande del mundo en número de buques y un aumento exponencial del arsenal nuclear. Ha ordenado al EPL estar listo para una posible invasión de Taiwán en 2027, lo que considera clave para el “rejuvenecimiento nacional” y su “sueño chino” de rivalizar con Estados Unidos.
Analistas señalan que la purga podría reflejar dudas de Xi sobre la confiabilidad de sus propios generales. “Si los líderes militares son corruptos o poco confiables, eso lleva a problemas de preparación”, advirtió Lyle Morris, del Asia Society Policy Institute.
ALIANZA CON PUTIN Y ACERCAMIENTO CON KIM
La presencia de Putin en Beijing buscó consolidar una “asociación estratégica sin límites” con China. Ambos líderes se comprometieron a defender una visión común sobre la Segunda Guerra Mundial y a impulsar un nuevo orden internacional más favorable a sus intereses. Xi elogió el papel soviético en la victoria de 1945, mientras Putin lo calificó de “prueba de unidad histórica”.
El encuentro incluyó acuerdos económicos, aunque persistieron dudas sobre un gasoducto ruso a China. Beijing, pese a ser el mayor socio comercial de Moscú desde la invasión a Ucrania, muestra cautela ante ampliar compras energéticas.
En paralelo, Kim Jong-un llegó a Beijing en su tren blindado para asistir al desfile, en una de sus intervenciones diplomáticas más visibles desde las cumbres con Donald Trump.
La demostración militar y la ofensiva anticorrupción ocurren en un momento de creciente competencia con Estados Unidos y de deterioro del entorno de seguridad, según expertos citados por The Washington Post.
Para Xi, el fortalecimiento del Ejército es inseparable de su proyecto de liderazgo global. “El sueño de un Ejército fuerte es parte integral del sueño chino: no se puede tener uno sin el otro”, recordó Joel Wuthnow, de la Universidad de Defensa Nacional de EE. UU. (NP-GPT-La Tercera Agencias)